09 Mar
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        El campo de la Discapacidad Intelectual (D.I.) está actualmente en un estado cambiante no sólo respecto a una comprensión más plena de la condición de Discapacidad Intelectual, sino también sobre el lenguaje y proceso empleado en su denominación, definición y clasificación.

     La AAMR (Asociación Americana sobre Retraso Mental), está a punto de modificar su nombre para pasar a denominarse Americana Association on Intellectual Disabilities (Asociación Americana sobre Discapacidad Intelectual). 

    Es importante destacar que este cambio terminológico se debe sobre todo al reflejo de la evolución de la anteriormente citada Asociación Americana sobre el Retraso Mental (AAMR) que ha pasado a denominarse recientemente Asociación Americana sobre Discapacidad Intelectual y Evolutiva (AAIDD por sus siglas en inglés).

     Esta asociación es una organización americana sin ánimo de lucro que, fundada en el año 1876, se conforma como la más antigua agrupación que trata y se preocupa por el tema de la Discapacidad Intelectual y de otras discapacidades relacionadas.

    De esta manera, la AAMR (así aparece en los textos originales, con el primer nombre designado) goza de un gran prestigio en el mundo de la intervención con personas con discapacidad logrado tras más de un siglo de trabajo en tareas de investigación relacionadas con el retraso mental. Desde su fundación, una de sus principales preocupaciones ha sido conseguir una delimitación clara y no discriminatoria de la condición de las personas con retraso mental. 

    Se encuentra formada por una heterogénea composición, ya que se incluyen profesionales provenientes de distintos campos como la salud, la psicología, la educación, el trabajo social, la legislación, la administración, etc. Por lo que, además de ser la organización más antigua, también es la que tiene mayor número de asociados en el ámbito. 

    Por estas diversas razones, se considera esta asociación como un punto referencial y un modelo teórico para todos aquellos que, por motivos personales o profesionales, se ven relacionados con personas que presentan deficiencias de la inteligencia.

     Es en el año 1921 cuando se publica la primera edición de su manual sobre la definición del retraso mental (realizado junto con el Comité Nacional para la Higiene Mental). Desde aquella primera edición, se han publicado diez más (1933, 1941, 1957, 1959, 1973, 1977, 1983, 1992 y 2002), siendo la actual, vigente desde 2010, la undécima y última edición. Se trata de una tarea en la cual los manuales anteriores servían como base y punto de partida para una mayor y mejor comprensión del retraso mental que iba ganando en claridad, amplitud y delimitación.

     De esta manera, la nueva definición propuesta por la AAMR en el 2002 en su décimo manual, se mantiene en el actual y dice que:  

     “El retraso mental es una discapacidad caracterizada por limitaciones significativas, tanto en el funcionamiento intelectual como en la conducta adaptativa, expresada en habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad se origina con anterioridad a los 18 años.” (Luckasson, R.A., 2002).

    

       La discapacidad no debe entenderse como un elemento propio únicamente de la persona, debemos considerar la discapacidad como una expresión de la interacción entre la persona y el entorno. Se comienza a entender la discapacidad como un estado de funcionamiento de la persona, dejando por tanto de identificarla como una característica de la misma (ya no se entiende como tener un color u otro de ojos, sino como estar o no delgado), ya que esta característica no es permanente o inamovible y puede variar significativamente en función de los apoyos que reciba la persona. 

     Desde esta perspectiva interaccionista se plantean tres elementos que se encuentran en estrecha relación. Las posibilidades o habilidades del niño o niña, en relación a los distintos entornos en los que participa habitualmente, las posibilidades de participación funcional en estos entornos, y por la adecuación del conjunto de apoyos y respuestas que las personas con las que interaccionan (familiares, profesionales) les puedan proporcionar. Se trata de plantear la extrema importancia de los apoyos que podemos facilitarles a estas personas para poder contribuir a un nivel de optimización de su participación funcional en cada uno de los entornos en los que se desenvuelve. 



     Esto hace que sea fundamental la evaluación multidimensional del alumnado dentro de los contextos en los que se desenvuelve y a partir de ahí se determinarán los sistemas de apoyo necesarios, así como su intensidad y duración.

      Estos tres componentes se organizan en un enfoque multidimensional proponiendo para ello un modelo que comprende cinco dimensiones, sobre las cuales se describirán las capacidades y limitaciones del alumno o alumna para poder planificar los apoyos necesarios que mejorarán su funcionamiento diario. 




DESCRIPCIÓN DE LAS CINCO DIMENSIONES. 


1. Capacidades intelectuales: 

“La inteligencia se considera una capacidad mental general que incluye: razona miento, planificación, solución de problemas, pensamiento abstracto, comprensión de ideas complejas, rapidez en el aprendizaje y aprender de la experiencia”. 


2. Conducta adaptativa: 

Es el conjunto de habilidades conceptuales, sociales y practicas aprendidas para funcionar en su vida diaria .

Las limitaciones en la conducta adaptativa afectan tanto a la vida diaria como a la habilidad de responder a cambios vitales y a demandas ambientales. 


3. Participación, interacciones y roles sociales: 

Los ambientes se conceptualizan como los lugares específicos en los cuales un alumno o alumna vive, juega, trabaja, se socializa e interactúa. Los ambientes positivos fomentan el crecimiento, desarrollo y bienestar del individuo. Es dentro de tales lugares en los que el alumnado con D.I., con mayor probabilidad, experimenta parti­cipación e interacciones y asume uno o más roles sociales valorados.


4.  Salud: Factores etiológicos:

Entendemos la salud referida al bienestar físico, psíquico y social. Las condiciones de salud pueden tener un efecto facilitador o inhibidor en el funcionamiento humano afectando a las otras cuatro dimensiones. 

    En el manual de la AAMR de 2002, la etiología se considera multifactorial compuesta de cuatro categorías de factores de riesgo (biomédico, social, conductual y educativo) que interactúan a lo largo del tiempo, influyendo a lo largo de la vida de la persona y a través de generaciones. 


5.   Contexto:

 Describe las condiciones interrelacionadas dentro de las cuales el alumnado vive su vida cotidiana. Desde una perspectiva ecológica (Bronfenbrenner, 1979), engloba tres niveles:

 •    Microsistema: Espacio social inmediato, individuo, familiares y otras personas próximas. 

•   Mesosistema: Vecindad, comunidad y organizaciones que proporcionan servicios educativos, de habilitación o apoyos.

 •  Macrosistema: Patrones generales de la cultura, sociedad, grandes grupos de población, países o influencias sociopolíticas. 


     La discapacidad es la expresión de limitaciones en el funcionamiento individual dentro de un contexto social y representa una sustancial desventaja para el alumnado. 

    El contexto debe ser predictible y promover la estabilidad, proporcionar oportunidades y potenciar el bienestar.

     Estas cinco dimensiones no deben contemplarse de forma aislada sino en estrecha relación entre ellas, favoreciendo o limitando unas el desarrollo de las otras.





https://sid.usal.es/idocs/F8/FDO23846/apoyo_educativo_discap_intelectual.pdf 

http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/53928/1/Clara_Fernandez_Gabalon.pdf 












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